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No me voy a entretener en explicar qué ocurrió en Pamplona la noche del domingo porque el partido del Reyno concluyó con el signo más lógico de toda la quiniela. La máquina que arrolló al Zaragoza para despedir el año no se dejó ver por tierras navarras porque ni el Madrid es tan bueno ni está tan hecho como para golear en todos sus partidos ni tan malo como para padecer cada semana un alcorconazo. Está visto y comprobado que los dos grandes de la Liga no son unos superhéroes sin capa, ni tan siquiera invencibles. Basta con que un equipo decente se les plante delante con ganas de sacar algo positivo del asunto para que se les complique la velada tanto a Barça como a Madrid; ya sea en el Camp Nou, en el Santiago Bernabéu, en Pamplona o en Trobajo del Camino.
Y lo digo porque los resultados están ahí, al alcance de todos. Osasuna en su Reyno es un equipo al cuadrado con muy buena planta y con poco de defensivo. Sabe leer los partidos e interpretarlos todavía mejor, y en Pamplona no se han quedado más puntos porque no tienen a un Messi ni a un Cristiano Ronaldo. Como lectura general, a cualquier equipo que le guste jugar y no se limite a verlas venir tiene muchas papeletas de poner en aprietos a los gallitos de la competición. Otra cosa es que luego les caiga un cañoncito de 30 metros del portugués, una obra maestra del Balón de Oro o una decisión arbitral que les perjudique.